El derecho de los homosexuales a adoptar niños ha sido la otra gran reivindicación homosexualista satisfecha a lo largo de los últimos años y de nuevo podemos estimarla basada en un equívoco, si bien el equívoco viene de lejos. Esto conecta con los “nuevos modelos de familia” y con la concepción capitalista y materialista de la unidad familiar, como una elección o como un derecho, en lugar de como una realidad o como un don.
Decimos que es absurdo hablar del derecho de los homosexuales a adoptar, porque también es absurdo hablar del derecho de los heterosexuales a hacerlo, de ahí que el tema venga de lejos. El derecho relevante en esta relación jurídica no es el del adoptante sino el del adoptado, del que el primero es solo una consecuencia. No se trata, por tanto, del derecho de los futuros padres a adoptar, sino del derecho del niño a que se le dé la mejor solución posible a su situación y, si se considera que es la adopción, con los adoptantes más adecuados posibles.
Resulta fácil convenir que en igualdad de condiciones es mejor que un niño tenga padre y madre a que carezca de uno de ellos. Por supuesto es mejor que un niño esté con una pareja homosexual de bellísimas personas, que con una pareja heterosexual de psicópatas, como reza uno de los argumentos homosexualistas más recurrentes, pero es un planteamiento capcioso, porque también existen homosexuales psicópatas y heterosexuales que son maravillosos. Una pareja heterosexual adecuada, en la que existen modelos de padre y madre que desempeñan distintos roles, siempre será mejor opción que una persona sola o una pareja homosexual como adoptantes, ceteris paribus.
Como en el caso del matrimonio gay con las parejas de hecho, la adopción homosexual se vio precedida de las adopciones individuales. Ciertamente, resulta muy difícil explicar porque si un homosexual puede adoptar a un niño de forma individual, como cualquier otro soltero, como ya venía ocurriendo desde algunos años antes, sin que ello originara ningún revuelo, una pareja gay no va a poder hacerlo de forma conjunta. Vemos como poco a poco, de manera metódica y segura, los absurdos van acumulándose, haciendo parecer hoy normal lo que ayer era inexplicable, del mismo modo que harán parecer mañana inevitables, cosas que ahora juzgamos imposibles.
Puede tener sentido que familiares de niños huérfanos, con los que el niño tiene vínculos ya formados, puedan adoptarlos en caso de ser aptos para ello y requerirlo las circunstancias, como en el caso de fallecimiento repentino de los padres por algún accidente, sean homo o heterosexuales y vivan solos o en pareja. Como regla general, sin embargo, considerando que el derecho predominante es el del menor y no el del adoptante, habría que priorizar a parejas de hombre-mujer como adoptantes sobre las homosexuales o los adoptantes individuales, porque garantizan la presencia de padre y madre, modelo masculino y femenino, rol paternal y rol maternal, mientras que las demás alternativas no lo hacen. Que se ignore una realidad tan obvia, por muchos anuncios de coca-cola lacrimógenos y demagogos que se hagan, no debería dejar de sorprendernos. Lo que también es cierto es que esa misma lógica dificulta también las adopciones individuales que tan frecuentes han sido en los últimos años, sin que los sectores sociales más conservadores hayan opuesto ninguna resistencia.

Somos un conjunto de ciudadanos, padres y madres, que frente a la política estatal de implantación de la ideología de género en la educación chilena, y consientes del derecho originario, natural y constitucional de los padres a ser los primeros educadores de sus hijos, nos unimos para exigir el respeto a este derecho inalienable, por parte del Estado, y de cualquier persona natural o jurídica, que nos lo conculque o incurra en omisiones que signifiquen lo mismo.