SEDUCIR Y CONVENCER RHÉTORIKE=ARTE ORATORIO.
La retórica fue reconocida como una capacidad humana notable en la antigua Grecia, en el siglo V a. C., y se desarrolló en Roma, convirtiéndose en un instrumento de alta eficiencia para políticos y juristas. En su esencia, tiene dos orientaciones: la argumentación, dirigida a convencer, y el estilo,
relativo a seducir.
En nuestro tiempo, aunque la palabra retórica ha quedado arrollada por neologismos, está sin embargo presente –más que nunca- en todos los procesos de comunicación a las masas markets, un mecanismo fundamental de la sociedad de consumo. Antes y ahora, la retórica trata de influir
en los demás. Y lo consigue.
TRES COMPONENTES, TRES GÉNEROS
Aristóteles describió los componentes que estructuraban la retórica, y los concreto en estos tres:
El logos. Representa la razón que articula el discurso: la razón o razonabilidad es una columna vertebral que tranquiliza al oyente al permitirle constatar que el discurso soporta su crítica y la de los restantes oyentes. La adhesión empieza ahí.
El pathos. Son las emociones y la pasión del discurso. Para algunos, la pasión comienza a nacer en el pathos: jugar con las pasiones del auditorio hasta hacerles aceptar construcciones de hechos o ideas que tendrían escasa justificación. Desde Platón se llegó a identificar pathos con auditorio o
con sentimiento y emociones de ese auditorio.
El ethos. Para Cicerón y otros pensadores romanos es la implicación personal del orador en su discurso, el reflejo de credibilidad que deje en sus palabras; y el ejemplo que en primera persona transmite al auditorio. Son, por tanto, las tres dimensiones de la retórica:
-el que habla,
-aquel al que se dirige
-y la relación intelectual y pasional que los une.
La ciencia de la retórica distingue tres géneros de oratoria por su finalidad:
El genus iudiciales (género judicial). Se caracteriza por ser exposiciones ante algún tipo de tribunal con el fin de atacar o defender a un individuo, una causa o una ejecutoria.
El genus deliberativum. Corresponde a la exposición ante un colectivo para aconsejar o disuadir un plan por motivos de utilidad que en general se proyecta a futuro. Tiene que ver con la oratoria parlamentaria.
El genus demonstrativum. Es el ejercicio de utilizar la experiencia del orador respecto a un individuo o grupo o actuación, sea esta experiencia artística, política…, para alabarlos o vituperarlos, aunque el auditorio no pueda ya influir sobre ellos, sino quedar convencido o no del discurso.

LOS GÉNEROS CLÁSICOS
Los llamados logógrafos en la época de Solón eran artesanos dedicados a confeccionar discursos para los que no tenían capacidad de hacerlos. Demóstenes forjo su fama de retórico actuando como abogado, lo que era un nivel profesional más cualificado. En los siglos V y IV a. C., la
posibilidad que se abrió a todo ciudadano ateniendse de dirigirse a la Asamblea creó una escuela de oradores que competían con brillantez para ser atendidos. Estaban la retórica deliberativa.
Las honras fúnebres u otras ocasiones excepcionales desarrollaron el género epidíctico. ¿En qué consistía? Estaba dirigido a reforzar los valores de una comunidad al ejemplificar a través de ciudadanos insignes desaparecidos. El discurso epidíctico más famoso de la Atenas clásica fue la elegía fúnebre de Pericles.
PALABRAS HABLADAS, PALABRAS ESCRITAS
En la época contemporánea el discurso oral ha ido dando paso a la reflexión escrita y, sobre todo, al trabajo en equipo en que se producen textos con múltiples inspiraciones, alternativas y síntesis, aunque nunca se suele perder la personalidad del auténtico líder que coordina al equipo, excita puntos de vista, aprueba y descarta aportaciones.
Extraído de la Revista Filosofía Hoy

Somos un conjunto de ciudadanos, padres y madres, que frente a la política estatal de implantación de la ideología de género en la educación chilena, y consientes del derecho originario, natural y constitucional de los padres a ser los primeros educadores de sus hijos, nos unimos para exigir el respeto a este derecho inalienable, por parte del Estado, y de cualquier persona natural o jurídica, que nos lo conculque o incurra en omisiones que signifiquen lo mismo.